13 de enero de 2014
Bajo el techo de su balcón, ojos miran hacia el horizonte. Allá, se ve el río, negro, imponente y calmo. No hay luna, ni estrellas; el cielo se mimetiza con el río oscuro dando una sensación de eternidad.
No se quieren ir. La suave brisa acaricia sus caras. Todo es perfecto.
Adentro, las luces están encendidas y se escucha un televisor prendido, las voces de algún periodista o alguien criticando la política y economía actual.
Afuera, la oscuridad reina. El reloj sigue contando los minutos. Pero no hay horas, ni días, ni meses, ni años.
Juntos, se abrazan, y suspiran. Sus almas viajando con el viento...
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